En nuestro Mundo, la primera regla de supervivencia es:
"O somos muchos aunque débiles, o pocos pero muy fuertes."
Los leones son pocos pero muy fuertes. Las gacelas o los ñus
mueren en las fauces de los leones, pero la especie queda a salvo por el
número.
La segunda regla es: "Los pocos tienen la fuerza;
los débiles la mayoría."
Cuando los fuertes se multiplican demasiado,
surgen los problemas: no encuentran comida para todos y mueren de hambre. Las
especies débiles y con un número escaso de individuos no tienen futuro.
Del instinto de conservación del homo sapiens emergió una tercera regla o
un corolario o alternativa de las otras dos que puso en jaque a la misma regla:
la inteligencia. La inteligencia nos ha salvado de la extinción.
Pero el hombre sólo es peligroso si es sabio. Si no lo fuera,
el Mundo podría soportar perfectamente su presencia sin temor alguno.
El peligro de la especie humana no es que pueda llegar a
extinguirse, sino que se multiplique, que crezca demasiado, que con ello tenga
un poder excesivo. Y esto quiere decir que la inteligencia ha agotado su papel,
su función primordial: ya no es necesaria y puede dejar de ser utilizada, como
ocurrió con el pelo que cubría todo el cuerpo, la cola, las muelas del juicio,
el apéndice, etc.
Pero el ser humano se siente muy orgulloso de su talento,
hasta tal extremo que pensamos:
1. Nuestro talento no puede sino aumentar.
2. Nuestro talento va a existir siempre.
3. Que el homo sapiens sapiens sirve para perpetuar la
inteligencia, que seguirá existiendo, aunque sea en el silicio o en el grafeno de
los ordenadores, incluso sin su presencia.
Todo esto es falso. Hace unos 50.000 años, el
volumen del cerebro sufrió un fuerte corte; desde entonces el uso que hacemos
de la parte que quedó no ha dejado de mermar. Como a cualquier otra especie,
nos impulsa un único y exclusivo interés: sobrevivir. Un ñandú (un ave
americana que corre como un rayo) no lo hace para garantizar la supervivencia de la
velocidad, así como tampoco el león o el tigre atacan para garantizar la
supervivencia de la fuerza. Lo hacen, exclusivamente para garantizar la
supervivencia de su especie, esa es la función con la que la evolución (y la
Naturaleza) los dotó para ello. Del mismo modo el ser humano no vive para
evitar la extinción de la inteligencia. La inteligencia es el medio, medio
mientras sea útil, pero provisional, absolutamente provisional. Durará hasta
que se encuentre otro medio mejor.
Fuentes: Konrad Lorenz_"Decadencia de lo humano"_Michael J.A. Howe_"The Strange Feats of Idiots Savants"_Voltaire_"Diccionario Filosófico"_Charles Darwin_"El origen del hombre"_Pino Aprile_"Elogio del imbécil"
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