viernes, 27 de diciembre de 2013

COROLARIO DE ESTÚPIDOS, INCAUTOS Y MALVADOS HABIDOS EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD DESDE MI PARTICULAR PUNTO DE VISTA (6)

6 - Almanzor

Cuando Al-Hakam II falleció, dejó el trono cordobés a un muchacho de once años sin ninguna experiencia política llamado Hisâm. El joven califa tenía el apoyo del todopoderoso ministro Yafar al-Mushafi, quien contaba con el beneplácito de la madre del califa, la concubina Subh de Navarra.
 Al-Musafi contó con la estrecha colaboración de un hombre llamado Abi Amir Muhammad, miembro de una familia árabe con posesiones en Algeciras que se trasladó a Córdoba para estudiar jurisprudencia y literatura. Este Abi Amir será el temible Almanzor cuando en el año 981 se titule "al-Mansur bi-Allah" (el victorioso de Dios), denominación que cristianizada ha dado el nombre por todos conocido.
 Abi Amir inició su carrera política como escribano y secretario del qadí Ibn al-Salim. Sus aptitudes administrativas motivaron que fuera recomendado al chambelán al-Mushafi, quien le nombró primero administrador de la sultana Subh y después del joven Hisâm. De esta manera Abi Amir estrechaba sus lazos con la familia gobernante. A la muerte de Al-Hakam II recibe el nombramiento de visir y tutor del joven califa por lo que Almanzor y su protector al-Mushafi empiezan a enfrentarse abiertamente.
 En el año 978 aparta totalmente a al-Mushafi del entorno del califa, gracias al apoyo de su suegro, el general Galib, y tres años más tarde consigue que el joven Hisâm le otorgue públicamente los poderes absolutos del gobierno, dedicándose el califa a la vida piadosa. Con el poder político en sus manos, la fuerza militar se le resistía ya que Galib aún era fuerte gracias a cierto apoyo de los reinos cristianos. Dando muestras de su sagacidad, Almanzor hizo venir de África a otro general con tropas beréberes para convertirlas en su guardia personal, provocando el enfrentamiento con Galib. Este salió derrotado y Abi Amir recibía, a su regreso a Córdoba, el título de "al-Mansur bi-Allah". Desde ese momento y durante más de 20 años ejerció el poder absoluto en al-Andalus.
 Puso en marcha un programa de reformas tanto en la administración civil y militar y supo atraerse a las clase populares con una política de intensa actividad militar contra los cristianos del norte. Las crónicas hablan de 57 expediciones victoriosas con las que extendió el dominio musulmán a buena parte de la península, imponiendo fuertes tributos a los monarcas de Navarra y León. Incluso forzó a éstos a la entrega de sus hijas para imponer la paz en sus dominios. Los ataques de Almanzor llegaron hasta Barcelona (985), Coímbra (987), los monasterios leoneses de Sahagún y Eslonza (988), Santiago de Compostela (997) y Pamplona (999). Estas campañas motivaron la creación de una alianza cristiana contra al-Andalus que salió contundentemente derrotada en el año 1000. En estas últimas correrías Almanzor atacó el monasterio de San Millán de la Cogolla (1002) y de regreso a Córdoba falleció, en las cercanías de Medinaceli (Soria).
 La fortaleza con la que Almanzor dirigió los designios de al-Andalus se manifiesta en el intenso programa de construcciones que llevó a cabo, ampliando la mezquita de Córdoba -el cuarto cuerpo del edificio-  y edificando un nuevo palacio llamado Madinat al-Zahira (El Brillante) [como réplica a la Madinat al-Zahara (ciudad blanca) mandada erigir por Abd al-Rahman III], donde trasladó la administración para evitar que Hisâm tuviera tentaciones de dirigir el gobierno. Designó a su hijo Abd al-Malik como sucesor, estableciendo una dinastía de gobernantes que acabó con su otro hijo Sanchuelo. El gobierno dictatorial de Almanzor se considera como una de las causas que motivaron el estallido de la Gran Fitna y la guerra civil entre los años 1009 y 1031.
La Fitna de al-Andalus fue el período de inestabilidad y guerra civil que supuso el colapso del Califato de Córdoba. Comenzó en 1009 con un golpe de Estado que supuso el asesinato de Abderramán Sanchuelo, hijo de Almanzor, la deposición del califa Hisham II y el ascenso al poder de Muhammad ibn Hisham ibn Abd al-Yabbar, bisnieto de Abderramán III. Dividido todo el territorio andalusí en una serie de reinos taifas, se considera que la Fitna llegó a su fin con la abolición definitiva del Califato en 1031, aunque varios reyezuelos siguieran proclamándose califas. En el trasfondo de los problemas políticos se hallaban también problemas como la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos amiríes.
A lo largo del conflicto, los diversos contendientes llamaron en su ayuda a los reinos cristianos. Córdoba y sus arrabales fueron saqueados repetidas veces, y sus monumentos, entre ellos el Alcázar y Medina Azahara, destruidos. La capital llegó a trasladarse temporalmente a Málaga. En poco más de veinte años se sucedieron 10 califas distintos (entre ellos Hisâm II restaurado), pertenecientes tres de ellos a una dinastía distinta de la Omeya, la hamudí.
Hasta la muerte de Al-Hakam II, en 976, el Califato de Córdoba, conformaba un Estado poderoso, respetado y temido por los reinos cristianos. A su muerte, su hijo Hisâm II era todavía un niño, por lo que el visir Al-Mansûr tomó el poder, usurpándolo y haciendo del príncipe un simple títere. La fuerza del Estado omeya residía en la convivencia de diferentes etnias islámicas. Para asegurar y conservar su poder, Almanzor favoreció a los bereberes sobre el resto, conservando su poder y trasmitiéndoselo a su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, pero el gobierno de éste último fue sacudido por numerosos complots. Abd al-Malik muere en 1008, dejando el poder a su hermano Abd al-Rahman Sanjul, o Abderramán Sanchuelo. Éste último persuadirá al califa Hisâm II para que le designe heredero legítimo del califato.
La guerra civil
Aprovechando la ausencia de Sanchuelo, quien había partido a combatir al rey Alfonso V de León, el omeya Muhammad II al-Mahdi destrona a su primo, el califa Hisâm II (1009). Sanchuelo vuelve a Córdoba, pero la moral de su ejército se encuentra por los suelos, por lo que la mayor parte de los soldados desertarían, cayendo prisionero y siendo ejecutado a su llegada a la ciudad.
Debido a este episodio, Muhammad se vuelve rápidamente persona non grata, dando lugar a la creación de un nuevo bloque opositor alrededor de la figura de otro omeya, Sulaiman al-Mustain. Apoyado por los bereberes, logra apresar a Muhammad y se convierte en califa (1009). Estas luchas incitarán a los Banu Hamud, una poderosa familia de Málaga y Algeciras, a autoproclamarse califas y marchar sobre Córdoba, donde destronarán a Sulaiman. Pero no tardarán mucho en perder el poder (1023).
El omeya Abderramán V se convierte entonces en califa (1023), pero al establecer un impuesto que ayude a llenar las arcas del Estado, las cuales se encontraban vacías, fue sorprendido por otra revolución, ya que la medida había pesado fuertemente sobre la población. Otros tres califas, dos omeyas y uno hamudí se sucederán hasta 1031, fecha en que la burguesía de Córdoba abole el califato.

Consecuencias

El movimiento, iniciado por los Banu Hamud con la proclamación de los reinos de Málaga y Algeciras, se generalizará durante este período y conducirá a la fragmentación del califato y a los primeros reinos de taifas. Este no será un periodo pacífico, ya que los distintos reinos de taifas se combatirán entre ellos. No será hasta el año 1085, tras la Reconquista de algunos de estos taifas por los cristianos, que los almorávides llegarán a España para reunificar Al-Ándalus.
Como es repetido, la ambición y la codicia de Al-Mansur es la que provoca todo este desastre. Al final, los platos rotos fueron pagados por los musulmanes de a pie. ¿Qué hubiese pasado si Al-Mansur no hubiese existido?
Al-Mansur le tengo por estúpido con fuertes tintes de malvado, pues derrumbó un próspero Califato que era brillante y que Europa entera le debe mucho. Y todo lo hizo a cambio de nada.

La Historia vuelve a repetirse siempre y el ser humano no aprenderá jamás.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes comentar