miércoles, 11 de diciembre de 2013

La Ley de Murphy

Es un hecho conocido, estrechamente relacionado con la estupidez: "con frecuencia, las cosas salen mal".

La ley de Murphy no cabe duda que es cierta y cuenta con la confirmación de miles de años de historia. Pero al unirse con la confusión cultural, la torpeza de gobierno, la gestión apresurada y miope, la especulación financiera y el desorden de las tecnologías, sus efectos tienden a multiplicarse.

Parece ser que nació de un comentario de un oficial de la Fuerza Aérea, el capitán Edward Murphy, en 1949, en relación de un caso concreto de estupidez humana: alguien había hecho peligrar su vida porque algunos instrumentos no se habían dispuesto adecuadamente.

Es proverbial el dicho: “Si algo puede salir mal, saldrá mal, en el peor momento posible.”

Hay ocasiones en que las cosas mejoran de un modo increíble. Pero sería estúpido confiar en que eso sirve de contrapeso de las que salen mal. ¿Por qué las cosas salen mal? No cabe duda de que la causa más frecuente no es otra que la estupidez humana.

Puede tratarse de nuestra propia estupidez. O de la estupidez de otro. De alguien próximo que ha hecho algo mal o complica las cosas innecesariamente. O de la necedad de alguien al que ni conocemos pero que nos ha confundido.

La Ley de Murphy, entendida adecuadamente, es un recurso para la inteligencia. Es importante saber que es imposible evitar lo inesperado, porque nunca está en nuestra mano controlar todas las variables, o porque algunos factores externos, incontrolables, entran en juego cuando menos te lo esperas.

Lo inesperado existe y hay que estar preparado para enfrentarnos a ello. No debemos temer ni sentir miedo o entregarnos a la confusión. Hay que estar dispuestos a hallar soluciones, sacar partido de las oportunidades y aprender del cambio.

Existe un corolario a la Ley de Murphy. Se trata de que, si un problema puede resolverse por sí solo, lo hará cuando exista un estado de alarma, se hayan emprendido acciones para solucionarlo, etc. Una de las consecuencias de esto es que en algunas situaciones la mejor solución es la de esperar a ver, sin mover un dedo. Evidentemente no es fácil saber de antemano en qué circunstancias puede ser este el comportamiento más idóneo.

Uno ha de estar preparado para admitir que ha cometido un error. “Sostenella y no enmendalla”, cuando se ha producido un error o desatado una falsa alarma, es una peligrosa forma de estupidez.
En palabras de Douglas Adams: “La diferencia entre algo que puede salir mal y algo que de ningún modo puede salir mal es que, cuando sale mal algo que de ningún modo podía salir mal, lo más común es que resulte imposible de resolver o remediar.”

Si en cualquier proyecto tenemos en cuenta los fenómenos inevitables de Murphy, podremos desarrollarlo con la necesaria flexibilidad, considerando que los errores y las circunstancias inesperadas son probables variantes, antes que desastres o fracasos insolubles. La ley de Murphy debe preocuparnos en serio, pero no es razón para desesperar o desistir. Así reduciremos la angustia, mejoramos la calidad y nos ahorramos la confusión que lo inesperado causa y que multiplica toda clase de equivocaciones.

[Extraído de “El poder de la estupidez” de Giancarlo Livraghi]


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