miércoles, 11 de diciembre de 2013

La estupidez de la guerra

La guerra es un tema serio, trágico y complejo.

Hace 68 años, tras la espantosa guerra mundial, se pensó -de forma ingenua- que las guerras habían llegado a su fin. Por desgracia no ha sucedido así. Se han librado muchas guerras y aún persisten otras; se han desatado conflictos horribles en muchos sitios, y aún no se avista un final para esos horrores.

La idea de que las guerras pueden y deben evitarse es algo que va en línea con una evolución inteligente, aunque su desarrollo es todavía insuficiente.

El desarrollo de los sistemas de información que en la segunda mitad del siglo XX permitieron que se conocieran de forma más directa los horrores de la guerra, ayudó a cambiar nuestras percepciones. Sin embargo, tristemente, los hechos demuestran que este nuevo estado de las conciencias no es tan fuerte y coherente como parecía.

Ya no estamos convencidos de que los conflictos armados son siempre necesarios, como nos habían dicho durante milenios; pero me temo que estamos retrocediendo, incómodamente, a la idea de que en ocasiones las guerras resultan "inevitables" en las cuestiones humanas.


La guerra puede situarse, dentro del diagrama de la "estupidología", en algún punto intermedio entre el bandidaje estúpido y la estupidez agresiva. Muchas guerras acarrean graves daños para todos, incluso para los vencedores. Pero aún cuando alguien obtiene alguna clase de beneficio, la estupidez del poder es devastadoramente eficaz: el beneficio  de unos pocos representa una terrible tragedia para demasiados.

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