La humanidad
se encuentra en un estado deplorable. No es una novedad. Si miramos atrás, uno
se da cuenta de que siempre ha estado en esa situación. El pesado fardo de
desdichas y miserias que los seres humanos debemos soportar, ya sea como
individuos o como miembros de la sociedad, es básicamente el resultado del modo
extremadamente improbable, estúpido, como fue organizada la vida desde sus
comienzos.
Los animales
con los que compartimos muchas cosas, tienen que soportar sus cotidianas dosis
de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades. Los seres
humanos, además de todo eso, tienen que cargar con un peso añadido, una dosis
de tribulaciones cotidianas provocadas por un grupo de personas que pertenecen
al propio género humano. Este grupo es mucho más poderoso que la Mafia o que el
complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista o Socialista. Se
trata de un grupo no organizado que no se rige por ninguna ley, que no tiene
jefe ni presidente, ni estatuto, pero que consigue actuar en perfecta sintonía,
como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las
actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y
ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros. La naturaleza,
el carácter y comportamiento de los miembros de este grupo constituyen el tema
de lo que sigue.
La Primera Ley Fundamental
La Primera
Ley Fundamental de la estupidez humana afirma sin ambigüedad que:
"Siempre e
inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos
estúpidos que circulan por el mundo."
A primera
vista esto puede resultar trivial u obvio, o poco generoso, o quizá las tres
cosas a la vez. Un examen más atento revela la veracidad de esta afirmación.
Por muy alta que sea la estimación que uno haga, siempre quedan estúpidos, de
un modo repetido y recurrente, debido a que:
a) Personas
que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado se revelan
después, de pronto, irremediablemente estúpidas.
b) Día tras
día, con una incesante monotonía, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra
actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e
inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La Primera
Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción de
personas estúpidas respecto del total de la población: cualquier estimación
numérica resultaría ser una subestimación. Por ello trataremos de averiguar la
cuota de personas estúpidas que nos rodean.
La segunda Ley Fundamental
Hoy se
tiende a pensar que la humanidad es igualitaria. La Genética y la Sociología se
esfuerzan por probar que todos los hombres son iguales por naturaleza y que si
algunos son más iguales que otros, esto se debe a la educación y al ambiente
social.
Esta opinión
no la comparto. Estoy convencido que los hombres no son iguales, de que algunos
son estúpidos y otros no, y que la diferencia no la determinan fuerzas o
factores culturales sino los manejos biogenéticos de la Naturaleza.
Uno es
estúpido igual que otro tiene el pelo rubio; uno está en el grupo de los
estúpidos como otro lo está en un grupo sanguíneo determinado.
Una fracción
x de seres humanos es estúpida. La estupidez es una prerrogativa de todos y de
cualquier grupo humano; y tal prerrogativa indiscriminada está uniformemente
distribuida según una proporción constante. Este hecho se expresa
científicamente en la Segunda Ley Fundamental, que dice:
"La
probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de
cualquier otra característica de la misma persona."
El hecho
extraordinario acerca de la frecuencia de la estupidez es que la Naturaleza
consigue actuar de tal modo que dicha frecuencia sea siempre y en cualquier
sitio igual a la probabilidad x, independientemente de la dimensión del grupo,
y que se dé el mismo porcentaje de personas estúpidas, tanto, si se someten a
examen grupos muy amplios como grupos reducidos.
La prueba de
que la educación y el ambiente social no tienen nada que ver con la
probabilidad x nos la proporcionó una serie de experimentos llevados a cabo en
universidades. Podemos clasificar la población de una Universidad en cuatro
grupos: bedeles, empleados, estudiantes y docentes.
Cuando se
analizó el grupo de bedeles se halló que una fracción x eran estúpidos. Se
juzgó que era debido a la pobreza de las familias y también a su escasa
instrucción. Pero al analizar los otros grupos, el de empleados y estudiantes,
se encontró idéntico porcentaje.
Más impresionante fueron los resultados de los
docentes. Tanto si se analizaba una universidad grande como otra pequeña, un
instituto famoso u otro desconocido, siempre se encontró la misma fracción x de
profesores formada por estúpidos.
Ante tal
sorpresa se resolvió extender las investigaciones a un grupo seleccionado, a
una elite; nada menos que a los galardonados con el Nobel. El resultado
confirmó los poderes de la Naturaleza: una fracción x de Premios Nobel estaba
constituida por estúpidos.
Esta Segunda
Ley Fundamental es una ley de hierro y no admite excepciones.
El
Movimiento para la Liberación de la Mujer apreciará en todo su valor esta Ley
ya que los estúpidos son tan numerosos entre hombres como entre mujeres. Los
pobladores del Tercer Mundo también, por cuanto dicha proporción se
repite y manifiesta con idéntico paralelismo al de los pueblos desarrollados.
En
conclusión, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo
porcentaje de gente estúpida, porcentaje que de acuerdo con la Primera Ley,
inexorablemente superará siempre las expectativas más pesimistas.
La Tercera Ley Fundamental (Ley de
Oro)
"Esta Ley presupone que todos los seres humanos están
incluidos en una de estas cuatro categorías: los incautos, los inteligentes,
los malvados y los estúpidos."
Si uno comete una acción y obtiene una pérdida, al tiempo que
procura un beneficio a otro, es un incauto.
Si uno realiza una acción de la que obtiene un beneficio y al
mismo tiempo procura un beneficio a otro, ese uno es inteligente.
Si uno realiza una acción de la que obtiene un beneficio
causando un perjuicio a otro, estamos ante una malvado.
Pero una persona estúpida es aquella que causa un daño a otro
sin obtener beneficio, incluso procurándose un perjuicio a él mismo.
A la vista de esto, las personas racionales reaccionan
instintivamente con escepticismo e incredulidad. El caso es que las personas
razonables tienen dificultades para imaginar y comprender semejante
comportamiento.
Todos hemos vivido situaciones en las que estuvimos
relacionados con un individuo que consiguió una ganancia, causándonos un perjuicio:
estábamos frente a un malvado.
También se nos dio alguna vez el caso que un individuo
realizó una acción, cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para
nosotros. Habíamos estado relacionados con un incauto.
Otras veces tuvimos alguna ocasión en la que un individuo
realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos beneficio. Aquí dimos con
una persona inteligente.
Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos
pérdida de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por
culpa de acciones de alguna absurda criatura, en la que en algún momento se le
ocurre causarnos daño, frustraciones e inconvenientes, sin que ella vaya a
ganar nada a cambio. Nadie sabe ni entiende por qué esta absurda criatura hace
lo que hace. No existe explicación. Sólo hay una: estamos ante un estúpido.
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