martes, 10 de diciembre de 2013

Las leyes fundamentales de la estupidez humana

La humanidad se encuentra en un estado deplorable. No es una novedad. Si miramos atrás, uno se da cuenta de que siempre ha estado en esa situación. El pesado fardo de desdichas y miserias que los seres humanos debemos soportar, ya sea como individuos o como miembros de la sociedad, es básicamente el resultado del modo extremadamente improbable, estúpido, como fue organizada la vida desde sus comienzos.

Los animales con los que compartimos muchas cosas, tienen que soportar sus cotidianas dosis de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades. Los seres humanos, además de todo eso, tienen que cargar con un peso añadido, una dosis de tribulaciones cotidianas provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano. Este grupo es mucho más poderoso que la Mafia o que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista o Socialista. Se trata de un grupo no organizado que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe ni presidente, ni estatuto, pero que consigue actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros. La naturaleza, el carácter y comportamiento de los miembros de este grupo constituyen el tema de lo que sigue.

La Primera Ley Fundamental

La Primera Ley Fundamental de la estupidez humana afirma sin ambigüedad que:

"Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo."

A primera vista esto puede resultar trivial u obvio, o poco generoso, o quizá las tres cosas a la vez. Un examen más atento revela la veracidad de esta afirmación. Por muy alta que sea la estimación que uno haga, siempre quedan estúpidos, de un modo repetido y recurrente, debido a que:

a) Personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado se revelan después, de pronto, irremediablemente estúpidas.

b) Día tras día, con una incesante monotonía, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.

La Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población: cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por ello trataremos de averiguar la cuota de personas estúpidas que nos rodean.

La segunda Ley Fundamental

Hoy se tiende a pensar que la humanidad es igualitaria. La Genética y la Sociología se esfuerzan por probar que todos los hombres son iguales por naturaleza y que si algunos son más iguales que otros, esto se debe a la educación y al ambiente social.

Esta opinión no la comparto. Estoy convencido que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no, y que la diferencia no la determinan fuerzas o factores culturales sino los manejos biogenéticos de la Naturaleza.

Uno es estúpido igual que otro tiene el pelo rubio; uno está en el grupo de los estúpidos como otro lo está en un grupo sanguíneo determinado.

Una fracción x de seres humanos es estúpida. La estupidez es una prerrogativa de todos y de cualquier grupo humano; y tal prerrogativa indiscriminada está uniformemente distribuida según una proporción constante. Este hecho se expresa científicamente en la Segunda Ley Fundamental, que dice:

"La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona."

El hecho extraordinario acerca de la frecuencia de la estupidez es que la Naturaleza consigue actuar de tal modo que dicha frecuencia sea siempre y en cualquier sitio igual a la probabilidad x, independientemente de la dimensión del grupo, y que se dé el mismo porcentaje de personas estúpidas, tanto, si se someten a examen grupos muy amplios como grupos reducidos.

La prueba de que la educación y el ambiente social no tienen nada que ver con la probabilidad x nos la proporcionó una serie de experimentos llevados a cabo en universidades. Podemos clasificar la población de una Universidad en cuatro grupos: bedeles, empleados, estudiantes y docentes.

Cuando se analizó el grupo de bedeles se halló que una fracción x eran estúpidos. Se juzgó que era debido a la pobreza de las familias y también a su escasa instrucción. Pero al analizar los otros grupos, el de empleados y estudiantes, se encontró idéntico porcentaje.

Más impresionante fueron los resultados de los docentes. Tanto si se analizaba una universidad grande como otra pequeña, un instituto famoso u otro desconocido, siempre se encontró la misma fracción x de profesores formada por estúpidos.

Ante tal sorpresa se resolvió extender las investigaciones a un grupo seleccionado, a una elite; nada menos que a los galardonados con el Nobel. El resultado confirmó los poderes de la Naturaleza: una fracción x de Premios Nobel estaba constituida por estúpidos.

Esta Segunda Ley Fundamental es una ley de hierro y no admite excepciones.

El Movimiento para la Liberación de la Mujer apreciará en todo su valor esta Ley ya que los estúpidos son tan numerosos entre hombres como entre mujeres. Los pobladores del Tercer Mundo también, por cuanto dicha proporción se repite y manifiesta con idéntico paralelismo al de los pueblos desarrollados.

En conclusión, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida, porcentaje que de acuerdo con la Primera Ley, inexorablemente superará siempre las expectativas más pesimistas.

La Tercera Ley Fundamental (Ley de Oro)

"Esta Ley presupone que todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos."

Si uno comete una acción y obtiene una pérdida, al tiempo que procura un beneficio a otro, es un incauto.

Si uno realiza una acción de la que obtiene un beneficio y al mismo tiempo procura un beneficio a otro, ese uno es inteligente.

Si uno realiza una acción de la que obtiene un beneficio causando un perjuicio a otro, estamos ante una malvado.

Pero una persona estúpida es aquella que causa un daño a otro sin obtener beneficio, incluso procurándose un perjuicio a él mismo.

A la vista de esto, las personas racionales reaccionan instintivamente con escepticismo e incredulidad. El caso es que las personas razonables tienen dificultades para imaginar y comprender semejante comportamiento.

Todos hemos vivido situaciones en las que estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia, causándonos un perjuicio: estábamos frente a un malvado.

También se nos dio alguna vez el caso que un individuo realizó una acción, cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros. Habíamos estado relacionados con un incauto.

Otras veces tuvimos alguna ocasión en la que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos beneficio. Aquí dimos con una persona inteligente.

Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdida de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de acciones de alguna absurda criatura, en la que en algún momento se le ocurre causarnos daño, frustraciones e inconvenientes, sin que ella vaya a ganar nada a cambio. Nadie sabe ni entiende por qué esta absurda criatura hace lo que hace. No existe explicación. Sólo hay una: estamos ante un estúpido.

Fuente: "Allegro ma non troppo"_Carlo M. Cipolla

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