Las personas que disponen de poder son más poderosas que
otras gentes. No siempre sucede de este modo, puesto que existen personas aparentemente poderosas con menos
influencia que otras, mucho menos visibles.
Hay personas que se dejan la piel en seguir los pasos del
poder aparente, de tal modo que
actúan a favor de otros al tiempo que se perjudican a sí mismos, lo que no deja
de ser un comportamiento estrafalario y estúpido generalizado.
En muchas situaciones, unas pocas personas pueden beneficiar
o perjudicar a otras muchas.
El perjuicio o beneficio es mucho mayor según sea el número
de personas implicadas y el impacto de las acciones y las decisiones. Lo que
parece una minucia en la “torre de marfil” del poder, puede resultar de gran
importancia en la vida de las personas normales y corrientes.
Si una persona, en una hipotética relación de igualdad,
obtiene tanto beneficio personal como perjuicios causa en otros, el sistema en
su conjunto conserva el equilibrio.
En teoría podemos suponer que mientras el porcentaje de
personas inteligentes o estúpidas sea el mismo, el efecto del poder conservará
su equilibrio.
Esta hipótesis puede aproximarse relativamente a la realidad
en pocas situaciones de poder pequeño o reducido, en entornos limitados en los
que la interacción personal es directa y efectiva para todas las partes. Pero
cuando el poder afecta a un gran número de personas, la relación personal se
pierde. Es mucho más difícil escuchar, comprender, medir las consecuencias y
las impresiones. Se produce un efecto Doppler, un cambio que comporta un
incremento del factor estupidez.
En las sociedades abiertas, democráticas, en las que se
dispone libremente de la información, se supone que los representantes electos
actuarán por el bien del pueblo y sus acciones estarán abiertas al examen público;
incluso ahí, la relación tampoco se produce entre iguales.
Todos los estudios sobre los sistemas de poder apuntan a la
necesidad de la división de poderes, así como de que los conflictos del poder
se formalicen de modo que no deriven en violencia, con el fin de evitar el
poder absoluto (esto es la estupidez extrema.)
Este problema reviste la suficiente gravedad como para
mantenernos a todos en constante alerta frente a una concentración de poder
exagerada. Además, contribuye a explicar por qué hay tantas cosas que no
funcionan tan bien como deberían.
Fuente: [“El poder de la estupidez” de Giancarlo Livraghi] *
Fuente: [“El poder de la estupidez” de Giancarlo Livraghi] *
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