Los seres
humanos nos caracterizamos por diferentes grados de propensión a la
socialización. Los hay que el contacto con los demás les supone una dolorosa
necesidad. Soportan a las personas y las personas se ven obligadas a soportarlos
a ellos.
Están
también aquellos otros que no pueden soportar vivir solos, y están dispuestos a
pasar el tiempo incluso con personas que desprecian.
Entre estos
dos extremos existe un abanico de comportamientos, si bien la mayoría de la
gente está más próxima al tipo de no soportar la soledad que al propenso a no
relacionarse.
Sea del tipo
que sea, el ser humano siempre tiene que tratar con la gente, si bien con
diferente intensidad. Además, uno se pone en relación con los demás incluso
evitándolos. Lo que podría haber hecho por alguien y no lo he hecho, representa
un "coste-oportunidad" para aquella persona concreta o incluso un
grupo.
La moraleja
es que cada uno de nosotros tiene una suerte de cuenta corriente con los demás.
De cualquier acción u omisión, cada uno obtiene una ganancia o una pérdida, y
al tiempo proporciona una ganancia o una pérdida a alguien.
Un punto
debe quedar claro. Al considerar mi acción y valorar los beneficios o las
pérdidas que obtengo, debe tenerse en cuenta mi sistema de valores. Pero para
determinar la ganancia o la pérdida que le proporciono a otro, es indispensable
tomar como referencia el sistema de valores de ese otro y no el mío. Con mucha
frecuencia se nos olvida esta norma de "fair play", y muchos problemas surgen
precisamente del hecho de que no se respeta este principio de conducta cívica.
Basado en "Allegro ma non troppo"
Carlo M. Cipolla
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