4 - Esteban
VI:
El
Sínodo del cadáver
La increíble historia del Papa muerto que fue desenterrado y juzgado en el
siglo IX
El Papa Formoso
(816-896) cuenta
en su currículo el haber sido el único Sumo Pontífice católico que fue
desenterrado para ser juzgado y posteriormente (ya muerto) ser condenado a
muerte.
A finales del siglo IX, la
situación en la Península Itálica se asemejaba mucho a un polvorín a punto de
estallar. Numerosos conflictos enfrentaban a distintos nobles,
en pugna continua por territorios y coronas. Y es en esa delicada situación en
la que se vio envuelto Formoso al llegar al trono de San Pedro.
Formoso buscó el apoyo de los
emperadores carolingios para frenar el dominio de los Spoleto.
Durante
su papado, Formoso coronó emperador del Sacro Imperio Romano Germánico al
príncipe Arnulfo de Baviera, decisión que ofendió mucho a Lamberto de Spoletto,
otro pretendiente a la corona imperial.
Una vez
fallecido Formoso, Lamberto recuperó el control de Italia y exigió al nuevo
papa, Esteban VI (sucesor de Formoso), que llevara a juicio al papa Formoso.
El
problema era que estaba ya muerto y enterrado. No importaba.
Esteban VI, en lo que se llamó “el
Sínodo Cadavérico”, ordenó vestir al ya putrefacto cadáver con
vestimentas pontificales de gala, lo hizo sentar en el trono del Palacio
Laterano y procedió a interrogarle personalmente.
Las
crónicas cuentan que el cadáver exhalaba un terrible hedor que revolvía las
entrañas de los presentes, y su cráneo, prácticamente descarnado, miraba con
las cuencas vacías a sus acusadores.
Sobre la calavera del difunto
se colocó una corona y el
Cetro del Santo Oficio fue colocado entre los cadavéricos dedos del difunto
pontífice. El muerto fue inculpado de ascender al solio pontificio recurriendo
a medios espurios; siendo como era obispo de otro lugar, no podía ser elegido
por Roma.
Según cuenta Joseph Cummins en
su libro Grandes episodios desconocidos
de la Historia, en la sala del Juicio -inundada por el
putrefacto hedor del cadáver- Esteban interrogó al cadáver y
al no recibir respuesta, procedió a condenarlo. Fue
hallado culpable de “haber usurpado la Silla de San Pedro”.
El
cadáver fue condenado como antipapa, despojado de todo lo que llevaba puesto.
El papa Esteban ordenó cortarle los dedos pulgar, índice y medio de la
mano derecha, con que solía bendecir.
El
cuerpo mutilado de Formoso fue arrojado al cementerio profano, de donde las
enardecidas turbas, presas de un frenesí salvaje, lo tomaron para arrojarlo al
río Tíber, después de increíbles profanaciones.
Aquel vergonzoso y denigrante
comportamiento no iba a quedar, sin embargo, sin su justo castigo, ya que semejante
atrocidad era demasiado incluso para el pueblo romano,
acostumbrado a todo tipo de crímenes y maquinaciones.
No
faltaría mucho para que Esteban VI, quien un día se había atrevido a profanar
la tumba de un sucesor de San Pedro, muriera asesinado en la prisión –por
estrangulamiento– en agosto de 897.
La base
legal del juicio
Se ha
sugerido que el procedimiento seguido contra Formoso derivaba de un Papa del
siglo VI, Gregorio Magno, quien afirmaba que los culpables de pecado mortal
inhumados en una iglesia debían ser condenados y citaba varios casos de
cadáveres que habían sido extraídos de sus sepulturas como castigo.
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